El Mercado de las Brujas ya es patrimonio cultural y un libro recoge sus tradiciones.

La Paz/AMN.- A finales del siglo dieciocho había una mujer llamada Josefa Apaza a quien la acusaron de practicar brujería con una mesa de ofrenda que hizo en la calle Linares de La Paz. Ella quería recuperar el “ajayu” (alma) de su hijo. En el conocido Mercado de las Brujas nunca hubo estos personajes que son propios del acervo cultural de Europa, este denominativo en la sociedad paceña se arraigó desde la década de 1940.

Algunas conclusiones de un estudio que hizo el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (GAMLP) dan cuenta que el nombre de esta zona comercial, colindante con la iglesia de San Francisco, es errado pero por su posicionamiento histórico es que se mantiene, incluso en la ley 337 del 18 de junio de 2019 que declara Patrimonio Cultural e Inmaterial al Mercado de las Brujas como espacio público cultural del municipio de La Paz y sus componentes. Con esta normativa se busca aplicar políticas de salvaguarda al valor histórico.

Kallawayas, yatiris, amautas, capachaqueras, chifleras y artesanos son algunas de las actividades que caracterizan al lugar, invadido diariamente por turistas. La Municipalidad planteó en una oportunidad que el nombre se cambie a la calle de los saberes ancestrales pero muchos de los comerciantes rechazaron la iniciativa.

“Los turistas ya lo conocen así, no nos afecta en nada”, comenta Daniela, ella tiene un puesto de venta de productos de plantas medicinales, cremas, velas, infusiones y un sin fin de amuletos.

Según la ley municipal de declaratoria patrimonial, esta variedad de actividades se asientan en las calles Juan Bautista, Sagárnaga, Santa Cruz, Illampu, José María Linares, Melchor Jiménez y el Atrio de la Basílica menor de San Francisco, en tramos definidos.

El paseo que todo turista da sobre la calle Linares refleja, para el ciudadano cotidiano de La Paz, miradas distraídas y atención sobre los objetos artesanales existentes. Poleras, mantillas, ponchos, sombreros, todo en lana de alpaca; instrumentos musicales y joyas, son algunas de las ofertas.

Mercado de la Brujas en la calle Linares, foto: AMN

Historia

Dos dueños de negocios de artesanías coinciden en “no saber muy bien” la historia del lugar y del por qué se denomina mercado de las brujas. “Es por los yatiris, las ofrendas a la Pachamama, así ya lo conocen”, responde Luis a la cuestión, mientras cobra por un dulce de coca que distribuye.

La historia de Josefa Apaza podría ser considerada como el referente para el denominativo de “brujas”. El responsable de la Unidad de Patrimonio Inmaterial e Investigación Cultural del GAMLP, David Mendoza explicó que este personaje fue sentenciado por los colonos españoles a 50 azotes, consideraron que hacía brujería en la calle Linares.

“La encuentran culpable y le dan una sentencia de 50 azotes algo que no se cumple porque la señora promete no hacerlo más y desaparece, su compadre también”, dijo Mendoza, en referencia a otro estudio que se hizo con Beatriz Loza.

Esta reseña histórica cuenta que Apaza hizo esta ofrenda para recuperar el “ajayu” de su hijo que sufrió un accidente.

Pero el denominativo de brujas fue insertado desde la década de 1940, así lo sostiene el estudio del GAMLP. En ese lapso del tiempo el Estado, mediante la Policía, perseguía a los Kallawayas, Yatiris y Amautas porque se condenaba la actividad ancestral que practicaban.

“Sí hemos encontrado el caso de Amautas, Kallawayas y Yatiris de la calle Sagárnaga que nos han contado que han sido perseguidos desde las décadas de los 40, 50, 60, por el Estado. No les han permitido practicar su conocimientos porque cuando lo hacían les decían que eran brujos, que estaban prohibidos. Incluso de la acera de San Francisco les han botado, les decían que eran paganos y ellos poco a poco ha ido subiendo (de calles)”, afirmó Mendoza.

El investigador municipal ve que en esa época hubo mucha discriminación porque incluso condenaban las prácticas medicinales que hacían los Yatiris “Ustedes no pueden hacer una prescripción médica”, enfatizó Mendoza, en referencia a varios testimonios registrados en el estudio.

Tal vez otro elemento que estigmatizó la práctica ancestral fue el caso de los Kallawayas, Mendoza mencionó que además del uso de la hoja de coca para la lectura de la suerte, también lo hacen con las cartas del tarot. “Cuando hablas de cartas del tarot ya se imaginan que son como los gitanos o gente que practica hechicerías”, agregó el funcionario.

“Son varios años que ya se conocen con este nombre, mi abuela vendía más antes y así ya lo conocían”, comentó Julia, una vendedora de plantas medicinales de la calle Santa Cruz.

Puesto de chifleras en la esquina de la calle Linares y Santa Cruz, foto: AMN

Denominativo

Un grupo de turistas argentinos que transita por la calle Linares apunta en un mapa y comentan entre ellos que están en el mercado de las brujas.

El estudio de la Municipalidad establece que el denominativo fue incluido en 1970 en una ruta turística por una empresa de servicios.

“La empresa Crillon tours es la que hace una especie de un primer circuito paceño turístico para llevar a la gente que venía a conocer La Paz y que veía artesanías y a esta personas que vendían estos amuletos, rituales y este tipo de elementos (…) en ese momento es cuando se empezó acuñar el mercado de las brujas como elemento turístico para atraer turistas”, comentó Mendoza.

¿Por qué se concentran estos conocedores ancestrales en este lugar? Mendoza explicó que hay una hipótesis que deriva de los Kallawayas. Esta zona de la iglesia de San Francisco, hacia la calle Illampu, era un monte y había una waka o deidad andina.

“Nos han dicho que en la iglesia de San Francisco, donde confluyen varios ríos, ahí había un adoratorio de la época prehispánica. Ese adoratorio ha sido copado por franciscanos, entonces han hecho excavaciones en el futuro y se han encontrado restos de cerámica, han encontrado galerías donde supuestamente estaban explotando el oro en aquel entonces. Hay en ese lugar tal vez un centro de culto a las wakas, deidades andinas, pero eso puede ser solo una hipótesis”, manifestó el investigador Mendoza.

Muchas de las personas que se asentaron en este espacio son de otros departamentos, también de provincias de La Paz. Es así que llegaron desde Oruro, Potosí, Cochabamba, incluso desde Cuzco en Perú, para ofrecer productos.

Difusión

Estas actividades también se proliferaron por las zonas de Max Paredes, Cementerio y en el municipio de El Alto.

“Mi mama vendía más antes, también mi abuela, conozco la mitad de lo que hay para vender porque son muchos productos. La mayoría lo hacemos y las que no, vienen de Perú o de Cochabamba y de Santa Cruz, donde hacen hierbas que son más baratas, allí se selecciona y traen para venderlas”, explicó Daniela, una de las entrevistadas de esta nota.

Son cerca de 200 comerciantes entre yatiris, amautas, kallawayas, capachaqueras y artesanos que hay en el lugar. El mercado de las brujas mantiene su denominativo por la intención de preservar los nombres, aunque ya se hizo notar a los comerciantes que no es lo correcto, aseguró Mendoza

“Lo que tenemos que hacer es cuidar los nombres de identidades y formas de reproducción, socialización y práctica que había en el lugar, les hemos hecho tomar conciencia”.

En varios puestos de venta hay ungüentos, para todo tipo de dolores, hierbas, infusiones, alimentos deshidratados, elementos con base de sal y otros que son difíciles de requerir, a menos que se dé una referencia sobre la necesidad. Para las mesas de ofrenda hay sullus (feto de animal), tabletas, vino, dulces, inciensos. También hay imágenes de la cultura china, amuletos e imágenes de santos.

A partir de la ley de declaratoria patrimonial, el GAMLP apunta a difundir y preservar este espacio icónico del municipio

Uno de los turistas argentinos afirmó entre risas “Si no visitaste el mercado de las brujas no conociste La Paz, es como si no hubieras ido al Illimani, eso nos dijeron”.

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