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Gustavo Zerbino, superviviente de la tragedia de los Andes: "Si me cayera en un avión mañana, empezaría a comer carne humana al día siguiente"

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Es el más locuaz de los supervivientes de la tragedia de los Andes y el defensor más firme de la película de Juan Antonio Bayona

Gustavo Zerbino junto a Juan Antonio Bayona en San Sebastián.
Gustavo Zerbino junto a Juan Antonio Bayona en San Sebastián.MUNDO

«Ese día Gustavo Zerbino se aproximó a cada uno de los más reacios a comer y les explicó, sentado a su lado, con paciencia infinita, lo que significaba vivir o morir, a cada uno con palabras diferentes». Así se refiere La sociedad de la nieve, el libro de Pablo Virci en que hace pie la película de Juan Antonio Bayona, a uno de los 16 supervivientes de la tragedia de los Andes de 1972. En otro fragmento de ese mismo texto que navega igual por la memoria, el perdón, la confesión y la aventura un compañero le describe como «un bromista del alma». Él está feliz. Lo está ahora con 70 años cumplidos en el fragor de un festival que se ha rendido a sus pies (la producción encabeza con diferencia la puntuación del público) y lo estuvo se diría que siempre. Hasta en los momentos imposibles. Hablador asertivo, conferenciante con recursos y hasta galán de otro tiempo, no duda un segundo en brindar un testimonio personal que, en verdad, nos incumbe a todos. A cada uno con sus propias palabras.

¿Le molesta esa insistencia tan nuestra, de los medios de comunicación, en el episodio de la antropofagia?
He hecho miles y miles de entrevistas y creo que es el primero que me lo pregunta. Seré rápido. Si me cayera en un avión mañana, empezaría a comer carne humana al día siguiente para, precisamente, que se salve más gente. Nunca tuve una pesadilla, ni me arrepiento absolutamente de nada. Decidimos alimentarnos con las únicas proteínas que existían donde no había absolutamente nada. Donde caímos, jamás había pisado un ser vivo. A nuestro alrededor solo había muerte. Y para vivir había que moverse y para moverse necesitábamos energía. Le contaré lo que le dijo mi hijo cuando tenía seis años a unos amigos. Estaban viendo la tele y un amigo le preguntó que qué comía su padre. Y mi hijo le respondió que para trepar por la montaña le pidieron prestados los músculos a sus amigos muertos.
¿Seis años dice que tenía?
Sí y es una metáfora maravillosa. Si se mira de cerca se están haciendo millones de transfusiones en este momento en todo el mundo. Y la sangre es un tejido igual que el músculo. Eso sin contar todos los trasplantes de pulmón, de corazón, de riñones, de retina... En Uruguay, salvo que te niegues de forma explícita, todos los uruguayos somos donantes de órganos. De todas formas, nosotros lo que hicimos fue un pacto de amor, autorizamos a los demás a que nos comieran si moríamos. Recuerdo que cuando llegamos nos dijeron que no contáramos nada porque nos querían proteger. Y nosotros nos negamos. No teníamos nada que ocultar. Tuvimos que romper con tabúes culturales, religiosos y biológicos, y lo hicimos porque en la cordillera de los Andes construimos una sociedad nueva.
Desde que volvió de El Valle de las Lágrimas se convirtió en superviviente, ¿le molesta esa etiqueta?
Considero que antes somos unos rebeldes. Para soportar lo que soportamos hacía falta antes que nada rebeldía. En la montaña estuve tres meses y ahora tengo 70 años. He estado en mi vida haciendo muchas más cosas que solo sobrevivir. Yo volví de la montaña, pero los que se quedaron en ella también, de alguna manera, sobrevivieron. Y más después de esta película que es la voz de los que no tienen voz, de los que murieron, pero viven.
Hablaba de rebeldía. Entiendo entonces que fue su carácter no la simple desesperación lo que les hizo salir adelante...
Para mí es automático el ser antiautoritario. Soy irreverente de nacimiento. No acepto límites ni normas por imposición. Ni tengo miedo al castigo. Los más creativos suelen ser los peores de la clase. Los que se conforman se paralizan. La creatividad se desarrolla con la adversidad y los límites están para ser rotos.
Si está aquí es porque apoya y cree en la película de Bayona. ¿Qué le parecen las otras versiones?
La primera película, mexicana, es una versión muy respetuosa, pero malísima. De noche salían a rezar el rosario alrededor del avión a 40 grados bajo cero... La segunda está bien, pero la realidad británica nada que ver con nosotros. La más famosa, ¡Viven!, la de Frank Marshall, está hecha con mucho respeto, posee imágenes muy espectaculares, recrea muy bien la caída y la avalancha... pero nunca nos consultaron. Al principio estuvimos en contra porque la tragedia estaba demasiado cerca, pero al final te das cuenta de que es una película de entretenimiento sin más. Si estoy aquí es porque La sociedad de la nieve te mete literalmente en la montaña. Te hace vivir y sentir lo que vivimos y sentimos.
¿Cómo cree que lo que les pasó a ustedes en un mundo analógico nos incumbe ahora a nosotros en la era digital?
El mundo globalizado que vivimos hoy es un constante yaísmo. Lo queremos todo ya. Somos adictos a la gratificación instantánea. Hoy la información digital te hace creer que los sabes todo, pero no sabemos nada. Creo que nuestra historia puede servir para conectarse con el potencial ilimitado del hombre cuando vive en el presente. Si en vez de esa ansiedad por vivirlo todo en todo momento nos concentramos en lo que hacemos ahora en este instante, el ser humano no tiene límite. Y además, todo es un trabajo en grupo. Pide ayuda si la necesitas. Solo se llega más rápido, pero juntos se llega durante más tiempo.